miércoles, 30 de julio de 2008

Crítica: "La gran revancha" (The New Kids)


Tenemos nuevo colaborador, en el blog de Caracortada. Se trata de Jorge Valencia, un forero de cinépatas al que le gustan mucho las comedias ochenteras, y los slashers, un súbgenero del cine de terror. Para nosotros es un honor contar con gente que ama el séptimo arte, y que saben mucho, mucho de cine. Sin más dilación, os dejo con su artículo.

La "gran revancha" por Jorge Valencia

La gran revancha dirigida por el creador de la saga Viernes 13, Sean S. Cunningham es una película de fácil consumo, dirigida al público adolescente de aquellos años; ávida de violencia y que retrata con mayor o menor acierto, la difícil adaptación de una pareja de hermanos a una nueva vida una vez hecho trizas, tras la muerte inesperada de su padre. Una vez reventada la burbuja, lo único que les queda es el soporte que se puedan brindar el uno al otro, dentro de un nuevo ambiente cargado de hostilidad sobre todo por la condición de foráneos en que se encuentran, en un pequeño pueblo gobernado por un grupo de jóvenes inadaptados dispuestos a imponer la ley del más fuerte. Del mismo modo que en Curso 1984, la violencia va acaparando el protagonismo de la trama, creciendo en intensidad hasta explotar los cercos de la razón, como en Perros de paja, salvando las distancias, los que en un principio fueron jóvenes pasivos se ven rodeados ahora de una mugre pegajosa que les ensucia el alma y no les queda más remedio que acudir a ella para hablar en el mismo lenguaje que no entiende de razones, ni sentimentalismos, al final la espiral de violencia que engendra más violencia es la que triunfa. Tiene pocas caras conocidas como Lori Loughlin (la tía Becky de Padres Forzosos), James Spader (El de Crash la de Cronenberg) y Eric Stolz (figura destacada del cine adolescente de la década de los 80's), película que se pasa en un suspiro y que de uno u otro modo permite desencasillar la figura de Cunningham de la siempre eterna Viernes 13. Cine palomitero hecho con mucho encanto, como solían ser estos productos ochenteros que se mostraban tal y como son, sin esperar recibir recompensas de ningún tipo, más que hacer pasar un rato agradable frente a la tela blanca.

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